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ISSN 1989-4163

NUMERO 71 - MARZO 2016

Modelos de Mujer (VII) - La Idealista

Mª Ángeles Cabré

 

Siempre pensó que su época era otra, la de las grandes conquistas, los grandes descubrimientos, la de los inventos del progreso como el avión o el teléfono. Hubiera querido ser ilustrada en el siglo XVII, como súper Madame de Stael, abolicionista con la valerosa Rosa Parks o sufragista en los albores de la Primera Guerra Mundial, como Emmeline Pankhurs, la misma que en la película Sufragistas interpreta Meryl Streep. Aunque se hubiera conformado con ser miliciana republicana en nuestra cruenta Guerra Civil, seguidora del Che en algunas de las muchas revoluciones latinoamericanas o incluso feminista confesa en los agitados años 70, junto a jóvenes airadas como Kate Millet, Sulamith Firestone o Susan Sontag. Pero nació más tarde, cuando ya poco quedaba por soñar. ¿Poco? Eso está por ver.

Resultó que tras unos años de anestesia, en los que se creyó que todos los territorios estaban ya conquistados, un rápido vistazo a su alrededor le dio una imagen certera de lo mucho que quedaba aún por hacer. Podía combatir el hambre en el mundo, ejercer como pacifista en las muchas guerras que estallan aquí y allá, subirse a un barco de Greenpeace o escalar algún hotel construido ilegalmente en el litoral, luchar por la justicia social o la igualdad de género, contra el racismo o la homofobia, e incluso acercarse a las costas de Lesbos para ayudar a los socorristas voluntarios a sacar niños del mar, a ser posible antes de verlos perecer víctimas de las mafias y de las precarias embarcaciones en que huyen de la violencia y el terror.

Este tiempo, el suyo, el nuestro, ha resultado ser mucho más propicio a los sueños de lo que nunca pensó, de modo que se ha lanzado a perseguir ideales y ya no puede parar, aunque sean ideales que cuesten y mucho de alcanzar. Pero, ¿qué son acaso los ideales sino horizontes casi inalcanzables por los que vale la pena luchar? Como quien sube al Everest, la idealista persigue metas que están muy altas y no le basta con llegar a mitad de camino para darse por satisfecha: tenaz, de una perseverancia digna de récord Guinness, para ella la utopía es su alimento diario y no piensa renunciar a él.

Soñar con objetivos con los que vale la pena soñar es una manera de vivir que no piensa cambiar por tener mucha pasta, un coche de escándalo o una joya valiosa que meter en el banco y no poder lucir. Eso lo convierte en una chica rara, de las que resulta imposible comprar con pan para hoy y hambre para mañana, y que no se deja encandilar por los bienes terrenales como una de esas bobas a las que cualquier merluzo engatusa con un fin de semana playero o con una cena falsamente romántica.

Lo que no quita que estando el idealista y la idealista en las antípodas del realista y de la realista, no les falten momentos de desaliento en los que la realidad se impone y contra ella se dan de bruces, como quien se cae de una bici sin frenos. Ante las adversidades las tácticas de recuperación son, sin embargo, variadas. Por lo general basta con meterse un buen chute de optimismo y ya está. Para volver a levantarse siempre sirvió esa tendencia a ver siempre el vaso medio lleno y no medio vacío, que quieras que no ayuda a volver a empezar por duro que haya sido el batacazo: begin the beguine, que dice la canción, que mal traducido en español (la traducción literal es otra) significa “volver a empezar”.

 

La idealista

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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